lunes, 15 de julio de 2013

Información de servicio público (Parte 1)


Navegando un buen día por internet, uno de los pasatiempos más recurrentes en jornadas de tedio, me topé con un buen puñado de afirmaciones que la mayor parte de los ciudadanos de a pie desconocen, pero que, por su relevancia, deberían constituir materia de estudio en las escuelas o ser debidamente analizadas en los medios de comunicación de masas. Por ello, en una nueva y encomiable demostración de civismo, me he propuesto convertir mi humilde tribuna de opinión en altavoz de estas verdades que muchos descreídos llaman supersticiones. Estad atentos, pues, porque muchas de estas afirmaciones podrían cambiar vuestras vidas. 

- Si colocas elefantes de espaldas a la puerta en números impares, atraerás buenas cosas para la gente que vive en la casa.

Tarea harto difícil para aquellas personas que no vivimos en el continente africano, no disponemos de una grúa capaz de levantar animales de gran tonelaje, no tenemos ningún amigo domador de circo y no vivimos en una mansión de 3000 metros cuadrados. Eso sí, si por un casual logras solventar todos los problemas logísticos y meter tres elefantes en tu casa (hay que ir a por todas, un elefante es una racanería y cinco, un alarde innecesario) gozarás de una suerte infinita. Creo que el esfuerzo merece la pena.

- Quien se corte las uñas en lunes nunca sufrirá dolor de muelas.

Extraordinario apunte. Y muy útil en tiempos de crisis, ya que si, además, consigues aprender a extraer tus molares atándolos con un hilo al picaporte de una puerta, te ahorrarás acudir al dentista. Ya es conocido el don de la oportunidad del que suelen hacer gala los miembros de la profesión odontológica. Debido a algún tipo de misterio aún no resuelto, siempre hacen su aparición en épocas en las que las cuentas corrientes llegan raspando a los tres dígitos. Merece la pena, pues, esperarse al lunes para cortarse las uñas, siempre y cuando no se tengan las de las manos como las mujeres de “Los Soprano” y las de los pies hagan surcos en el suelo. Ante todo hay que tener sentido común y gusto por la estética.

- Cortarse las uñas en los días que tienen erre (martes, miércoles y viernes) genera padrastros.

Esta sentencia viene a corroborar que el día idóneo para cortarse las uñas es el lunes. Ya no hay más discusión. Hagamos un hueco al comienzo de la semana para el cuidado de nuestros pies y manos y, no sólo no tendremos problemas dentales sino que, además, luciremos unos dedos fantásticos, libres de esos molestos y dolorosos padrastros. Apuntado queda.

- Si quieres evitar visitas que no deseas en casa, deberás colocar una escoba detrás de la puerta, pero si éstas ya han llegado, deberás colocar un vaso con agua tapado con un plato, para que así se vayan cuanto antes.

Con estos sencillos consejos, acabarás para siempre con la sonrisita forzada, el bostezo descarado y las socorridas frases “es que mañana trabajo…” y “es que hoy he trabajado…”, artimañas que, sabiamente utilizadas, siempre logran que las visitas abandonen tu hogar sin rechistar y con cara de pena. Ya no será necesario actuar más. Si tu pareja te comenta: “Hoy vienen a cenar Fulanito y Fulanita”, no tienes más que levantarte y, con toda la tranquilidad del mundo, colocar una escoba detrás de la puerta para que no aparezcan esa noche. Y si, pese a todo, la pareja Fulanita ya está cómodamente instalada en tu sofá, excúsate un momento, ve a la cocina y tapa con un plato un vaso lleno de agua. Tus cansinos huéspedes se evaporarán como por arte de magia. Más limpio y más económico, imposible. No tendrás ni que acercarte a la puerta para despedirlos.

- Doblar la servilleta usada o guardar una servilleta en su servilletero al final de una comida quebrantará una amistad.

Mucho cuidado con esta simple acción. Años y años de buenos momentos compartidos, de apoyo en las malas rachas, de risas y de juergas, pueden irse al garete con un único gesto. Las personas con una exagerada tendencia al orden son las víctimas más vulnerables. Por contra, aquellos sujetos que dejan las cosas de cualquier manera porque están firmemente convencidos de que cuentan con raciocinio y se colocan solas, conseguirán los lazos de amistad más firmes y duraderos.

- Si una persona come directamente de la olla, lo más probable es que llueva el día de su boda.

Perfecto. Las monjitas clarisas se acaban de quedar sin huevos para sus postres. Una lástima, pero, si quieres asegurarte de que no llueva el día de tu boda, lo único que tienes que hacer es no probar tus guisos directamente del recipiente de cocción. Si están sosos, que se echen sal. Y si están muy sabrosos, que beban agua, que es sana, barata y ayuda a limpiar el riñón. Lo importante es que el sol luzca radiante el día de tu boda y no tengas que oir hasta la saciedad aquello de “Novia mojada, novia afortunada”.

- La mujer que siga el vuelo de una mariquita, dará con el hombre ideal.

Otro consejo útil y necesario. El hombre ideal no sé si lo encontrarás, pero correr como un pollo sin cabeza en pos de una mariquita causará en tu cuerpo una masiva quema de calorías, dotando a tu figura de curvas firmes y libres de grasa y celulitis. El príncipe azul que toda mujer sueña con encontrar desde niña se convierte en la excusa perfecta para una sesión de “running” improvisado que te aportará múltiples beneficios.

(CONTINUARÁ…)

martes, 2 de julio de 2013

La playa y sus gentes. Capítulo 1: Los niños

Pues sí, ya llegó el verano. Y con él, la migración entusiasta de buena parte de la población hacia aquellas localidades dotadas de playa, esa suma perfecta de mar, sol, arena, sombrillas, chiringuitos y seres humanos variopintos, tan codiciada en esta época del año. Y, precisamente, de ellos, de los personajes que pueblan las costas, habitantes de las mismas y/o visitantes estivales, voy a hablar en esta y sucesivas entradas por dos motivos:

- Me da la impresión que estos meses no me va a leer ni el Tato.
- Creo que con este tema tan ligerito contribuyo a perpetuar la relajación neuronal que impera en estas fechas.

He decidido dedicar el primer capítulo a los niños en un acto de justicia. No obstante, son ellos los que más disfrutan del sol y de la arena. Y, poniendo nuevamente en práctica mi desmesurada afición a esquematizarlo todo, procedo a enumerar algunos de los modelos sociales de “niño/niña” más comunes en nuestras costas. O por lo menos los que he podido apreciar en un acto de observación casi heroico, porque, no me negaréis que es difícil estar atenta a lo que ocurre a tu alrededor cuando todos tus sentidos, partes del cuerpo y capacidad cerebral están pendientes de que no se llene de arena la esterilla; de echarte bien de protección solar para no parecer una gamba de Huelva; de protegerte la cabeza con una gorra o sombrero (cuanto más fashion mejor) para que no te dé una insolación y se derritan las cuatro ideas que tienes; de no tocar la arena ni con un dedo si estás mojada; de pelearte por la escasa sombra que proporciona la sombrilla; de tratar de recogerte el pelo de forma más o menos decente para no parecer que has salido espantada huyendo de alguien; de no achicharrarte las plantas de los pies, y de entrar en el agua dignamente si hay oleaje y, por tanto, riesgo de caída ridícula e, incluso, de desnudo involuntario. 
Pese a ello, ahí van mis cinco prototipos analizados:

- Niños croqueta
Todo un clásico. Existen dos versiones de tierno infante rebozado en arena: vestido y desnudo. El segundo es muchísimo más práctico, sobre todo, para las sufridas madres que no quieren estar encontrando hasta diciembre arena en el bañador. Además, estos niños croqueta son realmente hábiles logrando adeptos. Su tendencia a correr entre las toallas de la gente provoca enseguida un buen puñado de acólitos llenos de tierra que deben acercarse al mar para limpiarse, quedando de nuevo mojados y a expensas de más ataques, en un bucle de complicada solución.

- Niños con complejo de tuneladora
Estos menores persiguen un extraño objetivo: poder llegar a Australia realizando un agujero cuanto más profundo mejor. El problema es que estas excavaciones faraónicas no son tapadas posteriormente y gran parte de los pobladores de la playa, en especial los de mayor edad, tienen el riesgo de terminar su verano con algún miembro (superior o inferior) fracturado.

- Niños con el termostato averiado
Da igual que esté al borde de la hipotermia, el niño con el termostato averiado no quiere perderse por nada en el mundo un bañito en el mar. Ni siente ni padece. Para él no existen ni el agua fría ni el viento desapacible. Su cuerpo es capaz de ofrecer una gama de morados nunca antes vista en la naturaleza, pero sale del agua con la satisfacción de haberse bañado cuando el resto de la Humanidad tiene los pelos como escarpias.

- Niños que emulan a David Meca
No temen al miedo. Se adentran en las profundidades marinas con no se sabe bien qué intención. Quizá ahorrarse el dinero y llegar a la isla o costa más cercanas utilizando la fuerza de sus brazos y piernas; descubrir cómo nadan los delfines; ganar la medalla de oro de natación en aguas abiertas… Los críos que no se conforman con jugar en la orilla y emprenden esa excitante travesía cuentan con dos máximos enemigos: su padre y su madre. Bueno, no todos. Hay progenitores que, confiados en el buen hacer de sus pulmones, cuando atisban que sus hijos se están alejando demasiado de la costa, se limitan a gritar sus nombres desde su cómoda hamaca. Como si los niños-David Meca tuvieran oído de tísico y no estuvieran completamente volcados en su tarea de encontrarse con Neptuno.

- Niños impacientes con una pala y un objeto esférico en la mano
Dichos niños juegan en la orilla a las palas generalmente con un adulto. Al ser ésta zona de paso de personas deseosas de mejorar su circulación, fortalecer la planta de los pies y tonificar los músculos gracias al saludable ejercicio de andar descalzo por la arena, su partida se ve interrumpida con bastante frecuencia. Por eso, hartos de permanecer inmóviles con la pala y la bola en la mano a la espera de que se dignen a pasar las doscientas personas que han tenido a bien mejorar su estado de salud, cotillear con el vecino o, simplemente, lucir el bikini, los muchachos se hacen los despistados y lanzan la pelota sin miramientos, así golpeen carne, hueso o sombreros de paja. Son expertos en poner cara de “ha sido sin querer, pero la verdad es que me da bastante igual” y repiten el gesto hasta la náusea.